En defensa de Bélgica: por qué sus jueces no tienen la culpa de las fracturas de Europa
La falta de confianza de los gobiernos de los Veintisiete no se explica por la euroorden de Puigdemont. Las crisis de la última década han resquebrajado la unidad europea.
Qué manía le hemos cogido todos a Bélgica así de repente. Ni el bueno de Courtois nos sacude la ojeriza. Que si le dan coba y cobijo a Puigdemont, que si no nos entregan a raperos de esos que injurian coronas, que si son más sosos que una patata belga y qué razón tenía Sabina cuando decía que estar sin ti era absurdo como un belga por soleares, porque mira que son sosos los belgas, y rencorosos, que no han superado lo del imperio en el que nunca se ponía y el sol y ahí siguen, dándole mucho palique y poco palo a Carles en Waterloo.
De Bélgica, país adoptivo accidental de esta Maruja Ilustrada, se pueden decir muchas cosas, y muchas se han dicho ya, así que os ahorro la letanía de clichés sobre lo mucho que llueve aquí (llovía más en mi infancia asturiana en los 80 y 90 y según mi teléfono, que igual me miente para que no eche tanto de menos mi casa, y mi infancia, lo sigue haciendo regularmente); lo aburridos que son los belgas (el chico del barrio que se pasea con su gato en el hombro, el del garito de moda del centro que no cierra hasta las 7 am los martes y Stromae querrían hablar con vosotros en privado); y lo mal, pero mal, mal, que se come aquí (hacedles un hueco también a los de los restaurantes con estrellas Michelín y a los mil millones de italianos que brotan en cada árbol).
Todas estas cosas, que son menos verdad de lo que parecen y además contribuyen a que este país siga siendo el secreto mejor guardado de Europa, a los belgas les dan igual. Pero hay una cosa que les da todavía más igual, aunque no os lo creáis: los tejemanejes políticos españoles. A pesar de lo que os cuenten en los bares o en la radio o en el súper y en el periódico, que Bélgica no entregue a los Comín, Puigdemont o Valtònyc (¿se escribe así?) es un problema que poco tiene que ver con los belgas. Es verdad que Bélgica tiene un problema con el 'imperio', pero no es con el que estáis pensando. Los belgas están en pleno proceso de reconciliación con el suyo propio y todas las cosas horribles que los Leopoldos hicieron en él. Vamos, que igual el que no ha superado lo del imperio (español) eres tú y tendrías que hacértelo mirar.
Es legítimo plantearse por qué los jueces belgas (y los alemanes, ya que estamos) se niegan a cumplir con las órdenes europeas de extradición emitidas por España en varios casos muy sonados. La euroorden se creó tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001, precisamente para evitar problemas de extradición en situaciones delicadas donde los desacuerdos políticos entre estados miembros pudieran desembocar en una aplicación asimétrica de las leyes penales. Justo lo que ha pasado con los líderes del procés, unos de paseo por la cárcel y otros, de conferencias por Europa.
La eurorden se aprobó en un momento de la integración europea en el que las cosas nos iban bien. La primera década del Siglo XXI fue una época dorada para el proyecto europeo, con la adopción de la moneda única, la expansión del espacio europeo de libertad, seguridad y justicia, y, finalmente, la aprobación del revolucionario tratado de Lisboa. Los diez años siguientes, sin embargo, fueron un hervidero de crisis, desde la económica y financiera, pasando por la crisis de la eurozona, la crisis de refugiados y el Brexit. De momento, los dos primeros años de esta tercera década se parecen bastante al comienzo de una peli mala de terror, excepto para China, que se lo está pasando en grande.
De estas crisis vienen estos lodos. Con cada golpe a la economía, la seguridad e incluso la salud de los europeos, la cohesión de la Unión se fracturaba un poco más. Cosas que en los 2000 se aceptaban sin pensar, como que todos los estados de la UE estaban no solo preparados, sino totalmente comprometidos, con una unión monetaria fuerte, unas políticas comunes de inmigración y seguridad y un mismo concepto de lo que significa el estado de derecho, ahora, veinte años más tarde, ya no se tienen tan claras.
En realidad, todo el sistema europeo, ya sea la cooperación en materia policial y judicial, la libertad de movimiento o el mercado único, se basa en un concepto muy simple: la confianza mutua. Yo, estado A asumo que tú, estado B -ambos miembros de la misma organización supranacional- vas a cumplir con las normas si no de la misma forma, al menos de forma equivalente a como yo lo hago en mi casa. Por eso te puedo vender mis fresas y tú me puedes vender tu cerveza y por eso tus jueces y los míos no se cuestionan órdenes de extradición avaladas por la Unión Europea, porque son tan automáticas como mi envío mensual de naranjas y los tuyos semanales de chocolate.
Tras casi doce años de crisis ininterrumpidas, los gobiernos ya no se fían los unos de los otros como antes. La euroorden no funciona como debería, pero no es culpa de Bélgica. La culpa la tenemos todos, que somos incapaces de ponernos de acuerdo en una reforma sustancial de las reglas que rigen el espacio europeo de libertad, seguridad y justicia, que al final no es más que nuestro espacio legal común. Dicha reforma pasa por un sistema de revisión y cumplimiento estricto de las normas del estado de derecho en toda la UE, incluida España. Y por hablar. De eso sí sabemos un rato.
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