El 'brexit' y las reglas de la improvisación
La falta de guion, o de Constitución escrita, ha desembocado en una lucha encarnizada entre el Gobierno de May y la Cámara de los Comunes por hacerse con el control del proceso.
Si usted también está enganchado a la última temporada de 'El Parlamento británico: cómo inventarse un 'brexit'', sepa que no está solo. Somos muchos los que seguimos semanalmente las aventuras de Theresa May, John Bercow y Jeremy Corbyn.
Una de las cosas que hace esta serie tan fascinante es que sus protagonistas no tienen guion -literalmente-, se van inventando uno sobre la marcha. Delante de la pantalla, los espectadores seguimos fascinados de las tribulaciones de sus "más que honorables señorías" mientras tratan de sacar (o no) al Reino Unido de la Unión Europea a través de una serie de enmiendas, votos, mociones y llamadas al orden totalmente incomprensibles para el observador europeo. Esa falta de guion, o de Constitución escrita, ha desembocado en una lucha encarnizada entre el Gobierno de Theresa May y la Cámara de los Comunes por hacerse con el control del proceso. De momento, van ganando los diputados. Pero todo puede pasar en los capítulos finales de esta tercera temporada.
Salida sin acuerdo o prórroga
La consecuencia más inmediata de este tira y afloja parlamentario es que las opciones, a día de hoy, se reducen a dos: una salida sin acuerdo del Reino Unido el día 29 de marzo; o una prórroga. Para que haya prórroga, tienen que darse dos condiciones: en primer lugar, el Gobierno británico tendría que pedírsela oficialmente a los Veintisiete. Siguiendo con la improvisación que caracteriza al proceso parlamentario británico, no está claro si dicha petición tendría que venir de May o necesitaría el apoyo de la Cámara. La segunda condición es que los Veintisiete aprueben la solicitud de prórroga por unanimidad, cosa que solo harán si May les da una buena razón, como la necesidad de convocar elecciones o un nuevo referéndum.
Si uno trata de eliminar la incertidumbre que supone combinar los deseos de varios actores (diputados, Gobierno y estados miembros) que no se comportan necesariamente de una forma racional, la opción que le queda es una salida sin acuerdo. De hecho, legalmente, es la única opción que hay ahora mismo sobre la mesa, a pesar de que es la que menos apoyos tenga tanto entre los partidarios del 'brexit' como entre los que desearían que el Reino Unido no abandonara la Unión. Todos coinciden: una salida sin acuerdo sería desastrosa, principalmente para el Reino Unido pero también para sus socios europeos. No solo desde un punto de vista económico (las exportaciones al resto de la UE, pero también a países como Estados Unidos o Turquía tendrían que pararse hasta que se pudieran encontrar soluciones temporales), sino también en materias quizá menos evidentes como la extradición (algunos países tendrían serias dificultades para mantener en prisión a criminales que estuvieran a la espera de ser extraditados al Reino Unido mientras no hubiera una base jurídica para dicha cooperación).
Una de las reglas básicas de la improvisación teatral es que nunca se puede decir que no. El actor que lo haga estará cortando de raíz toda posibilidad de construir una escena. El riesgo que corren los menos experimentados es abusar de esta regla y enredarse en una escena sin orden, ni concierto, ni fin. En esas parece estar el Parlamento británico. Pero como en toda buena dramaturgia, siempre habrá un antagonista que ponga fin a la escena. Si ese fin será una salida sin acuerdo o no está aún por ver.